lunes, 28 de junio de 2010

Relato: Dos maneras de ver lo mismo -II-

- II -

El Amo metió la mano en la bolsa y rebuscó entre las cosas, sacó la llave y abrió la puerta. Las dos subieron la escalera cotorreando alegremente y riendo. El Amo abrió la puerta de arriba entrando antes que ellas, colgó su bolsa donde siempre y fue a la nevera a por algo de beber, a ellas no les preguntó si querían nada. Estaban tan metidas en sus cosas que seguían ignorándolo, empezó la Coca-Cola, puso música y se sentó en el suelo en un rincón de la estancia mientras ellas seguían a lo suyo.

Se levanto y cogió el látigo de la pared y le asestó un latigazo certero en el culo a su esclava. Ella gritó y lo miró. - Por fin alguien me presta atención en esta mazmorra- dijo el Amo con gesto socarrón. - Desnúdate esclava, inmediatamente y tú, dejas tus cosas y ponte en el centro de la habitación- las dos cumplieron las ordenes inmediatamente, ante el tono del Amo no se atrevieron a rechistar.

El Amo empezó a girar alrededor de la viajera mientras le decía cosas en un tono bajo casi susurrante, - Se supone que eres mi sumisa, que has viajado para hermanarte con mi esclava y servirme, el hermanamiento funciona pero la servidumbre aun no la he visto por ningún lado, bonita-, ella sólo acertó a mascullar entre dientes un lo siento Amo, mientras se ponía nerviosa.
Cuando vio que la sumisa se tranquilizaba, dijo secamente, - Esclava desnúdala, YA- Las puso a las dos contra la pared y cogió el látigo largo, con el mismo azote llegaría para las dos, les ordenó que contaran los 5 azotes y ellas los contaron. Después las puso de rodillas y les acarició el culo con la fusta a las dos, cuando acabó les ordenó que se vistieran. Cumplieron la orden rápidamente y las dos esperaron en el centro de la habitación con la cabeza baja y sin hablar. Las besó a las dos y les acarició la cara.

-Ahora vamos a ir a comer algo y a la tarde ya veremos donde vamos y lo que hacemos, por cierto estáis en sesión hasta que yo lo diga, así que comportaros como lo que sois, zorras- Salió del edificio seguido por las dos. -¿Donde queréis comer? - Donde usted diga, Mi Amo- dijo la sumisa. -¿En un japonés??? - No Amo, que me dan nauseas el pescado crudo.

Y el Amo, duro como siempre, hizo lo más apropiado.
- Anda escoged vosotras que será mas rápido…
(continuará)

Nota: Imagen de Ellen Von Unwerth.

jueves, 10 de junio de 2010

Relato: Dos maneras de ver lo mismo - I -


- I -

-Café descafeinado con sacarina-, dijo la viajera mirando a la camarera sin dejar de sonreír.
La camarera se fue a pedir los cafés a la barra, mientras los tres comensales se cruzaban miradas y sonrisas sin hablar y sin saber bien que hacer.
Durante un rato las dos se miran a los ojos y empiezan a reír, se giran hacia el Amo y le dicen a la vez, - Ya nos tiene juntas Nuestro Amo, ahora usted dirá- después de decir esta frase que seguro tenían preparada y hablada por el messenger, se pusieron a reír mientras el Amo más descolocado que nunca no sabia que hacer.

Por fin llegó la camarera con el pedido y eso alivió un poco al Amo y le dio tiempo para reaccionar, les pregunto si preferían esperar a llegar a casa o querían empezar en el mismo aeropuerto, las dos dijeron que querían empezar ya, bueno la esclava se lo pensó un poco pero la sumisita viajera lo dijo entusiasmada y con ganas pero sin sopesar el significado real de sus palabras y poniendo en un aprieto al Amo que no sabia exactamente que podría pedirles en un aeropuerto. Se tomaron el café tranquilamente, hablando de sus cosas y conociéndose mejor. El Amo pidió otro cortado y les ordenó que fuesen juntas al baño y regresaran sin ropa interior al coche donde él las esperaria para ir al ático donde se alojaría la sumisita y donde tal vez tendrían su primera sesión conjunta.

El Amo sacó el ticket del parking y fue arrancando el coche mientras llegaban las dos  felices y risueñas. Les ordenó que se sentaran atrás, salió del parking hablando con ellas tranquilamente y sopesando que hacer y donde ir. Las miraba por el espejo, eran suyas y además estaban felices de serlo y habían cumplido ya la primera orden sin rechistar. El Amo sabía que esperaban más aunque estuvieran hablando como cotorras y sin hacerle caso.

Mirándolas a través del retrovisor su imaginación voló mientras decidía ir a la sala y tener un primer contacto aunque fuese corto y luego llevar a la pequeña sumisita a comer a un buen sitio.